martes, 17 de noviembre de 2009

Sobre Política y Derecho

Existen reflexiones que nos apuran a tomar conclusiones, otras, quizás, nos llevan a juicios y actitudes no siempre coincidentes con la vida misma, sobre todo si se toma en cuenta mucho del trabajo y desarrollo de la filosofía política actual. Algunas de estas reflexiones, con o sin base filosófica real, se convierten "nominalmente" en verdaderas (aunque esto es lógicamente discutible) tesis (pues su veracidad no es tal, ni aún precaria). Una de estas, detentada por muchos y muy prestigiosos constitucinalistas, es que "la política se desarrolla en conjunto con el Derecho, pero en determinados momentos (varios y muy consecutivos), se excede de su campo y se "escapa", sin que el Derecho pueda decir gran cosa". Esta es básicamente la idea con que se parten muchos y varios cursos de Derecho Constitucional por hoy. La idea, aunque aceptable al más común de los sentidos, no resiste los análisis de la coherencia lógica, pues sus consecuencias son incongruentes, primero con el propio sistema, y además por que entrañan una inconsistencia Total-Total, para decirlo con Nino. Este es sólo un ejemplo de consideración en un ámbito que es tan delicado como el de la docencia universitaria y el poder de la palabra en cátedra. Sus efectos performativos en las vocaciones que allí se forjan, tienen múltiples y no siempre felices consecuencias (una de ellas es el de un imperio absolutista de la política sobre el marco positivo y regulatoriao, casi al estilo Far West, si se aprecia el debate presidencial chileno por ejemplo y los muchos casos de nepotismo institucional en muy variados niveles de nuestra democracia). Lo mismo puede decirse sobre las tesis de la Democracía Consociativa, que al menos en mi opinión no resultan, ni en márgenes de utilidad necesarios para una democracia basal (Bentham), ni menos en márgenes de justicia indicados y aceptables para una democracia real, que se proyecte más allá del seno de las mayorías (Rawls). De filosofía casi nada (como no recordar a Moore y su "Defensa del sentido común") hay en estas cuestiones revestidos del ropaje de tesituras, y lanzadas al oratorio como dogmas sobre los cuales se estructuran todos los demás cimientos consticuionales y legales.

Me parece tan irrepestuoso considerar una idea recogida de una reflexión del sentido común (auqnue su denominación me parezca aún más discutiblem por lo común me refiero), como tesis, como esperar que lo único que importa al hablar de justicia, para el aludido concepto, sea la imposición de una condena, sin considerar que en la brecha que queda abierta, hay mucho que conocer y comprender, antes de referirse a un caso específico de normatividad, sobre todo en niveles de formación intelectual y de diálogo intersubjetivo. Las ideas, para usar la terminología democrática, se hacen en el diálogo, y no en la imposición. De lo contrario, se desnaturalizan, pues "lo propio del los humano es la compejidad intersubjetiva, en el conocimiento de los real es posible" (Zubiri), por lo demás lo propio del jurista es "repartir a sabiendas con justicia", condiderando la "complejidad pura" (Goldschmidt) y ello hace concebir a la propia actividad del docente como un mero dictado de sus reflexiones antes que ser una labor de construcción y proyección, que construya en y desde ella, las bases para un acuerdo sobre la racionalidad de los conceptos y su intelección, basados en un actuar tolerante y no meramente discursivo y dictatorial. Lo demás, es hacer oídos sordos y mirar con el ojo de un tuerto a las realidades que "lo realmente democrático" quieren desentrañar.

Frente a ellos, un actuar tolerante, justo y comprensivo de las personas que en frente nuestro tenemos, es creo sinceramente, una de las vías, sino la más conforme, más congruentes par hacer democracia de personas y no de individuos.

Más allá de las formas, los contenidos son los que debiesen importar...más allá de los ropajes, lo que ha de interesar en estos procesos, es lo que es invisible a los ojos, pero claro al espírito humano. No considerar estas premisas, tan valiosas ayer como hoy, es cometer el error de considerar que antes que la voluntad está la inteligencia, como el viejo Shopenahuer

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